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LA PIRAGUA

 

 

Al zarpar el viejo bote, ya roído por el uso, su proa fue abriendo paso frente a la corriente con movimiento equilibrado, dejando hermosas figuras en forma de “v” invertida, que entonaban con el golpeteo de las aguas del río Magdalena, recuerdos convertidos en melodías.

Esas evocaciones instigaban el alma de los banqueños, quienes adornados con la pompa de la imaginación, tarareaban los versos de ‘La Piragua’.

En el Banco, viejo puerto fluvial, nació José Benito Barros Palomino, el 21 de marzo de 1915, su madre, Eustasia Palomino, fue descendiente de los indígenas Pocabuyes, músicos por naturaleza, que se manifestaban a través de las danzas fúnebres o religiosas en los momentos importantes de su vida cotidiana como recolección de cosechas, nacimientos, bodas etc, utilizando como instrumentos cañas de millo, troncos, totumos, cueros y caracoles.

Su padre fue João María Dú Barros Traveceido, descendiente de portugueses, quienes en momentos de soledad, sobre todo los que viven en puertos, a través de cantos nostálgicos y profundos denominados Fado describen el fatalismo, la frustración y los malos momentos de la vida. Son personas sui géneris que les gustan los detalles, aprecian el talento, amantes de las distancias, de los ensueños, de la música y los acordes de  la “viola” o guitarra española y la guitarra portuguesa.

Junto a un hermano, Joao María, emigró de su país e ingresó a Colombia por la Guajira, donde inicialmente se establecieron por algún tiempo en el corregimiento Camarones, un caserío de afrocolombianos y wayúus, cercano a Riohacha. João María siguió solo su periplo y llegó al El Banco (Magdalena) donde se dedicó al comercio y a la política. Allí se casó con una ocañera con quien tuvo dos hijos: Óscar y Nicolás, al enviudar encontró de nuevo el amor con Eustacia Palomino con quien tuvo varios hijos. En el municipio de El Banco fue muy apreciado y reconocido, ocupando cargos importantes como Prefecto de la Provincia de Río de Oro y alcalde de su pueblo.

 

 

 

En 1969, en un momento sublime, concatenando recuerdos y melodías, terminó de componer la famosa cumbia  La piragua de Guillermo Cubillo Ospina, un comerciante y experto navegante nacido en 1863 en Chía (Cundinamarca), que  vivió muchos años en La Dorada, donde se dedicó al transporte de mercancías entre La Dorada y El Banco, en su lancha “La Girardoteña”.

 

En uno de tantos viajes a El Banco, el señor Gastón Lozano, Gerente del Hotel Magdalena, donde se hospedaba, le presentó al Chimichaguero Luis Roberto León quien lo invitó a una correría por la Ciénaga de Zapatosa y Chimichagua.

 

El cachaco Cubillos, como le decían, con gran olfato comercial captó el gran potencial de la zona y las posibilidades de negocios si lograba establecer un transporte fluvial que garantizara la salida de los productos, ya que sólo habían canoas pequeñas y los caminos eran intransitables. En varias oportunidades visitó esa zona que le agradó y allí conoció a Juana de Mattos Álvarez, de quien se enamoró y meses después contrajo matrimonio. De esta unión nacieron Juana, Juan de Jesús , Guillermo y Cosme Cubillos Álvarez. En su primer matrimonio con Pastora Ramos, oriunda de Girardot, le quedaron dos hijas: Isabel y Ana Elena. Tuvo además cuatro hijos: Avelina, Maryory, Pauliana y Lacides.

 

Cubillos, después de analizar todas las perspectivas del negocio, contrató en 1919 con el experto Lorenzo Simanca Epalza, la construcción de un bote de 15 metros de largo, 3 de ancho, y 2 metros de altura con tablones de Tolú, ceiba amarilla y cedro. La inmensa canoa fue construida rápidamente y fue tirada al agua ese mismo año impulsada por un equipo de bogas. Fue un gran acontecimiento en toda la región, el pueblo llegaba al puerto para conocer la ” Isabel Helena”, el gigante medio de transporte a quien Guillermo Cubillos le puso ese nombre en honor a sus dos hijas. Era costumbre en ese tiempo que a las canoas no se les pusiera nombre en ninguna parte del casco, simplemente se bautizaba oralmente de acuerdo a la preferencia del dueño.

 

Guillermo Cubillos, navegante idóneo, viajaba constantemente entre el Banco y Chimichagua con la compañía de su auxiliar Pedro Arbórea, un hombre de pequeña estatura, de color moreno, malgeniado y buscapleitos que hacía las veces de cocinero.

Los negocios del cachaco crecieron, igual que el reconocimiento general por el buen servicio que ofrecía a los chimichagueros, quienes orondos festejaban la salida de sus productos en una embarcación grande y segura.

 

Un día estando José Benito Barros, con el grupo de amigos con quien se reunía en Bogotá, en una humilde cantina, recordó todo lo que le contaron de la gran canoa “Isabel Helena”. Al auscultar detalles en su memoria, disfrutó en silencio esos tiempos que vivieron sus coterráneos, cuando viajaban de un lugar a otro lo cual motivó su imaginación para escribir en ese momento solemne de inspiración la famosa cumbia que inmortalizó a su pueblo y a él mismo: “La Piragua”.

 

“Me contaron los abuelos que hace tiempo
Navegaba en el Cesar una Piragua.
Que partía del Banco viejo puerto
A las playas de amor de Chimichagua.”

 

Un hombre conocedor como él, en esos momentos fértiles, bautizó nuevamente en su cumbia, al gran bote “Isabel Helena” de Guillermo Cubillo como La Piragua y al obsecuente servidor del cachaco Cubillos. Pedro Arbórea, le cambió el apellido, llamándolo Pedro Albundia para que pudiera rimar Albundia con cumbia, buscando acomodar la rima de las estrofas para hacer más fácil la narrativa musical.

 

Precisamente el arreglista y director musical Francisco Zumaqué recuerda cómo surgió el famoso nombre Pedro Albundia: “El sitio de reunión diario de los músicos en Bogotá era una cafetería-bar que quedaba al lado de la Emisora Nuevo Mundo. En ese lugar los músicos compartían sus composiciones y esperaban ser contratados para diferentes eventos. Estando allí, el maestro José Barros le pidió a sus amigos que le ayudaran a conseguir un apellido para Pedro, que rimara con cumbia. Todos jocosamente comenzaron a buscarlo, hasta que de algún lado apareció el apellido Albundia porque alguien lo relacionó con albóndiga, quedando el nombre completo Pedro Albundia, que cumplía con el requisito.

 

“Doce bogas con la piel color majagua/Y con ellos el temible Pedro Albundia
En las noches a los remos arrancaban/Un melódico rugir de hermosa cumbia
."

 

Sus canciones fueron inmortalizadas por Nelson Pinedo, La Sonora Matancera, Tito Cortés, Carlos Vives, Charlie Figueroa, los Black Start, Bovea y sus Vallentatos, Billos Caracas, Los melódicos, entre otros.

La colosal y fecunda obra de José Benito (más de 800 canciones) logró su máximo esplendor con su cumbia “La piragua” que lo llevó a erigirse como baluarte de la expresión musical colombiana. Su enorme sensibilidad y conocimientos lo plasmaron en cada canción donde dejó huellas de la perdurable historia musical de su tierra, El Banco, y consiguió enarbolar sin buscarlo, la categoría de Maestro ante sus coterráneos, Colombia y el mundo.

AM

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